2022 Año Internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible

viernes, 3 de septiembre de 2010

Sobre gente que deja a otros 2

03 – La piedra de las lágrimas / Extracto del capítulo 17 

La hermana XX le tendía el "¿doble nudo Windsor?" con una mano. La mirada de la Hermana se posó brevemente en ELLA en muda advertencia, antes de volver hacia EL.
—Has oído las tres razones para ponerte el "¿doble nudo Windsor?" ;). Ésta es tu última oportunidad para recibir ayuda, EL. ¿Aceptas la oferta?
EL apartó los ojos de la mirada fija de la Hermana y se volvió despacio hacia ELLA. Con brillantes ojos grises la miró de arriba abajo, hasta volver a su rostro. Su voz sonó suave, reverente.
—ELLA... el vestido... es maravilloso. Maravilloso.
ELLA no encontraba su voz. El corazón le latía desbocado. La hermana XX pronunció su nombre en tono de seria advertencia.
Por primera vez se dio cuenta de que la hermana XX sostenía algo en la otra mano; el estilete plateado. Pero no lo apuntaba contra ella misma, sino contra EL. Entonces lo supo: si EL no aceptaba, iba a matarlo. Pero EL ni siquiera parecía haber reparado en ese puñal, que destellaba a la tenue luz de la casa de los espíritus. ELLA se preguntó si la Hermana habría usado un encantamiento para que no lo viera.
—Lo has hecho lo mejor que has podido —dijo EL a la Hermana—. Lo has intentado por todos los medios, pero no es suficiente. Te lo repito una vez más: no pienso...
—¡EL! —ELLA avanzó otro paso hacia él, mientras el joven se volvía hacia ella y buscaba sus ojos—. EL —susurró, dando otro paso. La voz se le quebró—. Acepta la oferta. Ponte el "¿doble nudo Windsor?", por favor.
La hermana XX no se movió. Esperaba tranquilamente.
—¿Qué? —inquirió EL, extrañado—. ELLA... no lo entiendes. Ya te dije que nunca...
—¡EL! —El joven se quedó callado mientras la miraba confuso. Acto seguido echó un vistazo a la Hermana, la cual seguía inmóvil empuñando aún el cuchillo, y volvió a mirar a ELLA. Los ojos de ambos quedaron prendidos. ELLA sabía que la Hermana esperaría a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. La mirada de la mujer reflejaba una dureza que dejaba bien a las claras lo que haría si ELLA no lograba persuadir a EL—. EL, pon mucha atención: quiero que aceptes.
—¿Qué...?
—Acepta el "¿doble nudo Windsor?".
—Los ojos de EL ardieron de furia.
—Ya te lo he dicho. Jamás...
—¡Dijiste que me amabas!
—ELLA, ¿qué te pasa? Sabes que te amo más que...
—Entonces acepta la oferta —lo interrumpió—. Si realmente me amas, acepta el "¿doble nudo Windsor?" y póntelo. Por mí.
El joven la miraba fijamente, con incredulidad.
—¿Por ti? —ELLA se dio cuenta de que tenía que ser más dura. Actuando con amabilidad sólo lo estaba confundiendo. Si quería salvarlo, tenía que actuar más como XX2. «Queridos espíritus —rogó mentalmente—, por favor, dadme la fuerza para hacer esto, para salvarlo.»
»ELLA, ¿qué mosca te ha picado? Ya hablaremos de esto más tarde. Ya sabes cuánto te quiero, pero no pienso...
ELLA apretó los puños y le gritó:
—¡Si me quieres, acepta! ¡No te quedes ahí plantado, diciendo que me amas, si no estás dispuesto a demostrarlo! ¡Me das asco!
EL parpadeó, sorprendido. El tono de su voz se clavó en el corazón de ELLA como un puñal.
—ELLA...
—Si no estás dispuesto a demostrarme tu amor, es que no eres digno de él. ¿Cómo osas decir que me amas?
Los ojos de EL se llenaron de lágrimas y lentamente cayó de rodillas.
—ELLA... te lo suplico...
—¡No te atrevas a replicarme! —EL alzó los brazos para protegerse la cabeza; creía que ELLA iba a golpearlo. Realmente estaba convencido de que iba a hacerle daño. ELLA sintió que el corazón se le partía en dos. Mientras daba rienda suelta a su cólera, lloraba—. ¡Te ordeno que te pongas el "¿doble nudo Windsor?"! ¡No te atrevas a replicarme! ¡Si me amas, póntelo!
—ELLA, por favor —gimió EL—. No me hagas esto. No lo entiendes. No me pidas que...
—¡Lo entiendo perfectamente! —gritó ella—. ¡Entiendo que dices que me quieres, pero no te creo! ¡No te creo! ¡Mientes! ¡Si no te pones el "¿doble nudo Windsor?", es que tu amor es una mentira! ¡Una repugnante mentira!
De rodillas ante ella, ataviada con su vestido azul de boda, EL era incapaz de mirarla a la cara. Con los ojos clavados en el suelo, hacía esfuerzos por decir algo.
—No... no es ninguna mentira. Por favor, ELLA, te quiero. Para mí eres lo más importante que hay en el mundo. Por favor, créeme. Yo haría cualquier cosa por ti, pero...
Sintiéndose morir por dentro, ELLA le cogió un puñado de cabello y lo obligó a levantar la cabeza y a mirarla. En su rostro rondaba la locura. Estaba ido. «Por favor, que sólo sea momentáneo —rogó ELLA—. Por favor, queridos espíritus, que sólo sea momentáneo.»
—¡Palabras! ¡Eso es todo lo que me ofreces! ¡No amor! ¡Ninguna prueba! ¡Sólo palabras sin ningún valor!
Mientras le tiraba del pelo, retrasó la otra mano preparándose para soltarle un bofetón. EL se estremeció y cerró los ojos. ELLA no pudo hacerlo; era incapaz de golpearlo. Ya era suficiente con mantenerse en pie sin arrodillarse a su lado, abrazarlo, decirle cuánto lo quería y tranquilizarlo.
Pero nada iba bien. Si no lo obligaba, EL moriría. Ella era la única que podía salvarlo. Aunque eso la matara a ella.
—No me pegues más —susurró EL—. Te lo suplico, XX2... No.
ELLA se tragó el lamento que pugnaba por escapársele de la garganta y se obligó a hablar.
—Mírame. —EL obedeció—. No te lo pienso repetir más, EL. Si me quieres, aceptarás la oferta y te pondrás el "¿doble nudo Windsor?". Si no, lamentarás haberme desobedecido, te lo juro. Acepta o todo habrá acabado entre nosotros. Todo. —Los ojos de EL vacilaron. ELLA apretó los dientes y prosiguió—: No te lo pienso repetir más, cielito. Ponte el "¿doble nudo Windsor?". ¡Vamos!
ELLA sabía que XX2 solía llamarlo «cielito». Ella misma se lo había dicho, junto con todo lo demás, por lo que sabía el efecto que causaría en el joven ese apelativo. Había confiado no tener que usarlo. En ese instante, EL perdió el último vestigio de cordura que le quedaba. Lo vio en sus ojos; vio lo que temía más que la propia muerte.
Traición.
ELLA le soltó el mechón de pelo mientras él, de rodillas, se volvió hacia la hermana XX. Ésta alzó ligeramente el "¿doble nudo Windsor?" y se lo tendió. A la fría luz, éste tenía un aspecto apagado, gris, muerto. EL lo miró fijamente. Los copos de nieve seguían cayendo lentamente en la queda y discreta luz. La hermana XX lo miraba con cara inexpresiva.
—Muy bien —susurró el joven. Con mano temblorosa fue a asir el "¿doble nudo Windsor?". Sus dedos lo tocaron, se cerraron alrededor de él—. Acepto la oferta. Acepto el "¿doble nudo Windsor?".
—En ese caso, póntelo al cuello y ciérralo —le ordenó la hermana XX, con voz suave.
—Haría cualquier cosa por ti —dijo EL a ELLA en un susurro.
ELLA sintió deseos de morir.
Las manos de EL temblaban de tal modo que creyó que el "¿doble nudo Windsor?" se le caería. Lo sostuvo mientras lo miraba fijamente.
Cuando las manos dejaron de temblarle, inspiró hondo y se lo colocó alrededor del cuello. El "¿doble nudo Windsor?" se cerró con un chasquido, y la juntura desapareció, dejando sólo un anillo de metal perfectamente liso.
La sala quedó en penumbra, aunque aún era de día. Un profundo y ominoso trueno retumbó por la pradera en todas direcciones. No sonaba como ningún trueno que ELLA hubiera oído antes. Lo sentía en el suelo que pisaban sus pies. Tal vez tenía algo que ver con la magia del "¿doble nudo Windsor?".
Pero, al mirar a la hermana XX y ver su expresión, supo que no tenía nada que ver con las Hermanas.
EL se puso lentamente en pie, ante la Hermana.
—Hermana XX, creo que descubrirás que sostener la correa de este "¿doble nudo Windsor?" es peor que llevarlo. Mucho peor —dijo, apretando los dientes.
—Sólo pretendemos ayudarte, EL —repuso la Hermana, muy calmada.
—No creo en las palabras. Tendréis que demostrarlo.
Asustada, ELLA recordó entonces que no había oído la tercera razón de la Hermana.
—¿Y la tercera razón? ¿Cuál es la tercera razón para ponerse el "¿doble nudo Windsor?"? —preguntó.
EL le lanzó una iracunda mirada que ni siquiera su padre habría podido igualar. Por un momento, ELLA se olvidó de respirar.
—La primera razón es quitar los dolores de cabeza y abrir mi mente para que pueda aprender a usar el don. La segunda razón es para controlarme. —EL alzó una mano y agarró a ELLA por la garganta. Su mirada pareció atravesarla—. Y la tercera razón es causarme dolor.
—¡No! ¡Por todos los espíritus bondadosos, no!
EL la soltó. Su expresión se tornó relajada, perdida.
—Espero que te haya demostrado que te amo, ELLA. Espero que ahora me creas. Te lo he dado todo; espero que baste. Ya no tengo nada más que ofrecerte. Nada.
—Sí lo tienes. Más de lo que puedas llegar a imaginarte. Te quiero más que a nada en el mundo, EL.
La mujer alargó una mano para acariciarle una mejilla, pero el joven apartó la mano. Sus ojos lo decían todo: ELLA lo había traicionado.
—¿De veras? Ojalá pudiera creerte —dijo EL, rehuyendo su mirada.
ELLA trató de tragar el doloroso y ardiente nudo que se le había formado en la garganta.
—Prometiste que nunca dudarías de mi amor.
—Es cierto. Lo prometí.
Si hubiese podido descargar su poder contra ella misma, lo habría hecho.
—EL... sé que ahora no lo entiendes, pero he hecho lo que he hecho sólo para que sigas vivo, para evitar que los dolores de cabeza, el don, te maten. Espero que algún día lo entiendas. Yo te esperaré siempre. Te quiero con todo mi corazón.
EL asintió deshecho en lágrimas.
—Si es cierto lo que dices, ve en busca de XY. Dile lo que has hecho. Díselo.
—EL, coge tus cosas y espera fuera con los caballos —ordenó la hermana XX.
EL la miró y asintió. Anduvo hasta la esquina más alejada de la sala y recogió su capa, el arco y la mochila. De dentro sacó las tres correas de cuero; la que tenía el silbato del Hombre Pájaro, la del colmillo de Escarlata y la del agiel de XX2. ELLA miró cómo se las colgaba al cuello deseando tener algo para darle. Frenéticamente buscó en su mente qué podría darle.
—Espera —dijo cuando el joven pasó junto a ella. Le puso una mano en el brazo para detenerlo, empuñó el cuchillo que llevaba al cinto y se cortó un largo mechón de cabello. Ni siquiera pensó en qué hacía, en lo que ocurría cuando las Confesoras se cortaban ellas mismas el pelo.
Lanzando un grito de dolor se desplomó. Una abrasadora oleada de magia recorrió todo su cuerpo, quemando todos los nervios a su paso. ELLA tuvo que luchar para no perder el sentido y controlar el dolor mientras respiraba a bocanadas.
Tenía que seguir consciente, o EL podría marcharse antes de darle el mechón de cabello. Con sólo este pensamiento en la cabeza, se puso en pie a duras penas. Finalmente, el dolor empezaba a ceder.
Aún jadeando, ELLA se arrancó una pequeña cinta azul de la cintura del vestido, la cortó, enrolló el largo mechón de pelo entre dos dedos y lo ató por el centro con la cinta. Bajo la mirada de EL volvió a guardar el cuchillo en su funda y le metió el mechón en el bolsillo de la camisa.
—Para que no olvides nunca que mi corazón está contigo... que te quiero.
EL la contempló largo rato, sin expresión alguna.
—Busca a XY —fue todo lo que dijo antes de dar media vuelta y salir por la puerta.
Una vez que se hubo ido, ELLA se quedó mirando la puerta. Se sentía vacía, perdida, yerta.
La hermana XX se puso a su lado para contemplar juntas la puerta.
—Creo que acabo de presenciar el acto más valiente de toda mi vida —dijo suavemente—. La gente de la Tierra Central es afortunada de tenerte a ti como su Madre Confesora.
—Piensa que lo he traicionado —dijo ELLA, sin apartar los ojos de la puerta—. Está convencido de que lo he traicionado —insistió, mirando a la Hermana con los ojos anegados de lágrimas.
La Hermana escrutó su faz unos minutos.
—No lo has hecho. Te prometo que, un día, le ayudaré a comprender lo que has hecho hoy por él.
—Por favor, no le hagas daño —imploró ELLA.
La hermana XX unió las manos al frente e inspiró hondo.
—Tú acabas de hacerle daño para salvarle la vida. Pero te prometo que me ocuparé de él en persona y que me aseguraré de que sólo sufre lo imprescindible. Te prometo que no permitiré que sufra ni una pizca más de lo necesario. Te doy mi palabra como Hermana de la Luz.
—Gracias. —ELLA contempló el estilete que la Hermana empuñaba. Ésta se lo guardó de nuevo en la manga—. Lo habrías matado. Si hubiera dicho que no por tercera vez, lo habrías matado.
—Cierto. Si hubiese dicho que no, el dolor y la locura del final hubiesen sido grotescos. Se lo hubiera ahorrado. Pero ahora eso ya no tiene importancia. Tú le has salvado la vida. Gracias, Madre Confesora... ELLA.
—Hermana. —ELLA la detuvo cuando la otra se disponía a marcharse—. ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo tendrá que estar con vosotras? ¿Cuánto tendré que esperar?
—Lo siento, no lo sé —respondió la Hermana sin volverse para mirarla—. Dura lo que dura. Todo depende de él, de lo deprisa que aprenda.
Por primera vez, ELLA sonrió.
—Creo que te sorprenderá lo deprisa que aprende EL.
—Eso es lo que más temo: el conocimiento antes que la sabiduría. Es lo que más me asusta.
—Creo que la sabiduría de EL también te sorprenderá.
—Ruego para que así sea. Adiós, ELLA. No trates de seguirnos o EL morirá.
—Hermana, una cosa más. —El tono de fría amenaza de su voz la sorprendió a ella misma—. Si me estás mintiendo, te mataré. Perseguiré hasta la última Hermana de la Luz y las mataré a todas, pero antes tendrán que suplicarme que las mate.
La Hermana se quedó quieta un momento antes de asentir y seguir adelante.
ELLA la siguió fuera y contempló con el resto de la gente barro cómo la Hermana montaba. EL se mantenía muy tieso encima de un imponente caballo zaino. Mientras esperaba, daba la espalda a ELLA.
Ésta sentía que el corazón se le hacía trizas. Deseaba ver su rostro una vez más, pero EL no miró atrás ni cuando se iban.
—EL, te quiero —lloró ELLA de rodillas.
El joven pareció no oírlo. Él y la hermana XX desaparecieron hacia la nevada pradera. ELLA se quedó sentada en el suelo, ataviada con su vestido de boda, la cabeza gacha y llorando. XX3 le pasó un brazo alrededor para consolarla.
P.D.: ¿Qué sucederá mañana? ¿Emulará a Edmon Dantes urdiendo una maquiavélicamente intricada trama de farsas para resarcirse de aquellos que le traicionaron? Pobre el Lusitano Viriato - "Roma no paga traidores".

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