XX5 sacudió la cabeza mientras suspiraba.
—Es posible que tengas razón, pero es nuestra única oportunidad. No se me ocurre nadie más que pudiera ayudarnos. Debo acudir a ella. XY2, te lo suplico, regresa —imploró, rozándole la cara con la yema de sus dedos—. Así, si algo me pasara, tú podrías hacer algo. Alguien lo sabría.
—No. No pienso dejarte sola. Si me obligas a volver, iré a contárselo todo a la Prelada. Te amo y prefiero morir antes que vivir sin ti.
—Pero debemos pensar en otros. Hay otras vidas en juego.
—No me importa nadie más. Por favor, XX5, no me pidas que te deje sola ante el peligro.
—A veces me sacas de quicio, amor mío. —La Hermana cogió las manos del joven entre las suyas y le dijo—: XY2, si nos cogen...
—Si estamos juntos, acepto el riesgo.
—En ese caso, ¿quieres ser mi marido, tal como hablamos? —le preguntó, entrelazando sus dedos—. Si muero esta noche, quiero morir siendo tu esposa.
XY2 la atrajo hacia sí colocándole una mano detrás de la cabeza. Entonces le apartó el pelo de la oreja y le susurró suavemente:
—Eso me haría el hombre más feliz del mundo. Te quiero tanto, XX5. Pero ¿cómo podemos casarnos aquí y ahora?
—Podemos hacer los votos. Nuestro amor es lo que cuenta, no que haya otra persona que pronuncie los votos por nosotros. Las palabras que nazcan de nuestro corazón nos unirán más estrechamente de lo que podría hacerlo nadie.
—Éste es el momento más feliz de mi vida —declaró XY2, abrazándola con fuerza. Entonces se retiró y volvió a cogerla de las manos. En la oscuridad se miraron el uno al otro—. Yo, XY2, prometo ser tu esposo en la vida y en la muerte. Te ofrezco mi vida, mi amor y mi devoción eterna. A partir de ahora estamos unidos a los ojos y el corazón del Creador, así como a los nuestros.
La mujer susurró las mismas palabras mientras las lágrimas le corrían por las mejillas. Nunca se había sentido tan asustada y tan feliz en toda su vida. Lo deseaba tanto que temblaba. Cuando acabaron de pronunciar los votos, se besaron. Fue el beso más tierno y más cariñoso que XY2 le hubiera dado jamás. De los ojos de XX5 seguían brotando lágrimas mientras se abrazaba a él y le besaba los labios. Con las manos se aferraba a sus anchos hombros, atrayéndolo hacia ella. Los brazos del joven rodeándola la hacían sentir más segura y más amada de lo que nunca se había sentido. Al fin se separaron.
—Te quiero, esposo mío —dijo XX5, pugnando por recuperar el aliento.
—Te quiero, esposa mía, por siempre jamás.
—Vamos a ver si encontramos alguna prueba y podemos detener a las Hermanas de las Tinieblas. Hagamos que el Creador se sienta orgulloso de las Hermanas de la Luz y de un futuro mago.
—Prométeme que no harás nada descabellado —le pidió XY2, apretándole una mano—. Prométeme que no tratarás de hacer nada demasiado arriesgado. Quiero que pasemos lo que queda de noche en nuestra cama y no aquí, en el bosque.
—Tengo que averiguar qué se proponen y ver si hay un modo de demostrárselo a la Prelada. Pero son más poderosas que yo y, al menos, son once. Por si fuera poco, si realmente son Hermanas de las Tinieblas, pueden usar la Magia de Resta, y contra ello no tenemos defensa.
»No sé cómo vamos a arrebatarles el quillion. Tal vez encontremos algo más que nos sirva como prueba. Si tenemos los ojos bien abiertos y dejamos que el Creador nos guíe, tal vez éste nos revelará qué podemos hacer. Pero no quiero que ni tú ni yo nos arriesguemos más de lo necesario. No deben descubrirnos.
—Perfecto. Eso es justo lo que deseo —repuso XY2.
—Pero, XY2, soy una Hermana de la Luz , lo cual significa que tengo responsabilidades hacia el Creador y hacia sus otras criaturas. Aunque ahora seamos marido y mujer, mi trabajo sigue siendo guiarte. En esto no somos iguales: yo estoy al mando y sólo permitiré que me acompañes si me prometes que será así. Aún no eres un mago de pleno derecho. Si te digo algo, debes obedecerme. Sigo controlando mejor mi han que tú.
—Lo sé, XX5. Una de las razones por las que deseaba ser tu esposo es que te respeto. No quiero tener una mujer débil. Tú siempre has sido mi guía, y eso no va a cambiar ahora. Tú me has dado todo lo que tengo. Te seguiré siempre.
—Eres maravilloso, esposo mío. Realmente maravilloso —replicó la mujer, sonriendo y meneando la cabeza—. Serás un mago extraordinario. Nunca te lo había dicho, porque temía que se te pudiera subir a la cabeza, pero algunas de las Hermanas creen que te convertirás en el mago más poderoso que ha existido en los últimos mil años.
El joven nada dijo, y XX5 no podía verle la cara, pero estaba segura de que se había sonrojado.
—XX5, tus ojos son los únicos que quiero ver llenos de orgullo por mí.
—Vamos a ver si podemos detener todo esto.
[…]
Aunque deseaba que XY2 estuviera en palacio, a salvo, se alegraba de tenerlo a su lado. Sabía que el joven nada podía hacer para ayudarla, pero era un alivio poder confiar en él. En su marido. XX5 sonrió al pensarlo. Si algo le ocurría a él, jamás se lo perdonaría. De ser necesario, lo protegería con su vida.
[…]
XY2 la agarró por el brazo y la obligó a detenerse. Le acercó la boca al oído y murmuró:
—Por favor, XX5, regresemos ahora, antes de que sea demasiado tarde. Tengo miedo.
—¡XY2! —lo reprendió la mujer, aferrándolo por el collar con una mano—. ¡Esto es importante! Yo soy una Hermana de la Luz y tú un mago. ¿Para qué crees que te he estado enseñando? ¿Para que hagas trucos en la calle en día de mercado y que la gente te arroje monedas? Ambos servimos al Creador. Él nos ha dado todo lo que tenemos para que lo usemos para ayudar a quienes están en peligro. Eres un mago. ¡Actúa como tal!
A la tenue luz, la Hermana apenas distinguía sus ojos, muy abiertos. Los músculos del joven se relajaron y hundió ligeramente los hombros.
—Lo siento. Tienes razón. Cumpliré con mi obligación. Lo prometo.
—Yo también tengo mucho miedo —dijo XX5, ya más apaciguada—. Toca tu han, querido XY2, y mantenlo bien sujeto, aunque no con demasiada fuerza. Sujétalo de manera que puedas liberarlo en cualquier momento, si es necesario, tal como yo te he enseñado. En caso de que algo ocurra, no lo retengas. No tengas miedo de hacerles daño. Si realmente debes usar tu poder, utilízalo todo o no bastará. No pierdas la cabeza. Eres suficientemente fuerte para poder defenderte. Puedes hacerlo, XY2. Ten fe en lo que te he enseñado, en todo lo que todas las Hermanas te han enseñado. Ten fe en el Creador y también en lo que Él te ha dado. Lo posees por alguna razón, como todos. Quizá sea ésta la razón; tal vez esta noche debas cumplir tu destino.
De nuevo, XY2 asintió, y XX5 volvió a seguir las relucientes huellas que se internaban en la tupida vegetación. Iban sorteando árboles hacia el centro de la hondonada, de donde procedía el cántico. Cuanto más se acercaban, más intenso era el picor que le producían en la piel esas voces. Eran voces de Hermanas. XX5 creyó reconocer algunas de ellas.
«Querido Creador —rogó—, dame fuerza para hacer lo que debo hacer para cumplir tus designios. Da también fuerza a XY2. Ayúdanos a servirte y a ayudar a otros.»
Entre las hojas parpadeaban lucecitas. XX5 y XY2 se fueron aproximando sigilosamente.
[…]
P.D.: Esta es la primera parte del extracto. Y mañana ¿se descubrirá el misterio o tan sólo serán difamaciones de alguien que se va demasiado de la lengua como en la anécdota de San Felipe Neri de su "Chismosa y la gallina"? Moraleja extraordinaria para aquellos cotillas empedernidos y/o difamadores varios (sobre esto había una escena bastante interesante en Hitch, curioso film cuyo final se desdibuja lo suficiente como para hacerlo regulero).
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